sábado, noviembre 04, 2017

Daniel Viglietti: El canto libre

Daniel Viglietti: El canto libre

4 noviembre 2017 
Autor: Luis García Gil

“En el adiós de Viglietti me acordé de su canto libre, de su guitarra confortadora, de su manera de posar la palabra y el canto”

El pasado 30 de octubre murió el cantautor uruguayo Daniel Viglietti, por complicaciones en una intervención quirúrgica, a los 78 años. Luis García Gil se despide de él recordando “su guitarra confortadora, su manera de posar la palabra y el canto”.


Texto: LUIS GARCÍA GIL.

Se nos fue Daniel Viglietti pero nos quedan sus canciones. Fue la suya una voz inconformista para un tiempo convulso. En su equipaje de versos cantados podían dialogar ‘Masa’ de César Vallejo con ‘Cielito de los muchachos’ de Benedetti. Lo suyo sí fue cantar y jugarse la vida en el canto. En estos tiempos en los que la palabra exilio, preso político y fascismo se utiliza con enorme gratuidad y ligereza conviene recordar el ejemplo del cantor uruguayo, que sí padeció la prisión y el exilio por ser “cantor de ideas atravesadas”, como le llamaron los represores en alguna ocasión. En el adiós de Viglietti me acordé de su canto libre, de su guitarra confortadora, de su manera de posar la palabra y el canto.

En nuestro país cantó varias veces. La primera de ellas aconteció cuando agonizaba el franquismo y fue un recital no exento de dificultades. “Ozono”, revista mítica de aquel momento, dedicó su atención al uruguayo en el número 2 de junio de 1975. Tina Blanco escribió un reportaje sobre su figura titulado “Trópico de presente, trópico de futuro”. Dos décadas más tarde Viglietti publicaría “Esdrújulo” (Orfeo, 1993), con el que rompía quince años de silencio discográfico.

‘A desalambrar’ constituyó un himno de resistencia aunque la trascendencia de Viglietti fue más allá de esa composición. Su paisano Benedetti conocía algunas claves de su forma de entender la canción, y las puso por escrito en un libro que se publicó en 1974 en la renombrada colección “Los juglares” de Ediciones Júcar. En ese volumen hay una foto que me gusta mucho. Se ve a Viglietti buscando libros en la feria dominical de la calle Tristán Narvaja de Montevideo. El juglar y los libros, la cultura libresca iluminando su guitarra sonora, su canción futura. También hay otra foto con su madre tomada en París. Daniel toca la guitarra. Su madre parece escucharle atentamente. Ella era pianista. Se llamaba Lyda Indart. Emocionante recordarlos a los dos en este ahora.

En el año 1968 el cantor dio a luz “Canciones para el hombre nuevo” (Orfeo). Entre sus influencias citaba a Yupanqui y a Stravinsky. He aquí algo muy importante en la propia actitud de Viglietti. Para él la música era buena o mala y el mismo respeto le merecían Yupanqui que Stravinsky. Toda esa suma de referencias culminan en canciones de una especial intensidad, como su ‘Milonga del Santa Lucía’, donde un río sucede y corre como un espejo, como una patria a la que se canta: “Montón de luna y tacuara / formó tu cauce llorando / Santa Lucía cantando / vas entre sierra y llanura…”.

Cuando cantaba en los años setenta la larga cabellera solía cubrirle el rostro y eso ya era una seña de identidad. El pelo le vencía por la cara y él no dejaba de cantar, de tomar conciencia con la canción como arma cargada de futuro. “Yo quiero romper mi mapa / formar el mapa de todos…”. Lo canta en ‘Milonga de andar lejos’, una de sus canciones esenciales, que mejor le definen. No hay canción sin todos, no hay banderas que ondear si estas son excluyentes. He aquí la lucha de clases llevada al ámbito de la canción, la verdadera lucha de clases. Y también he aquí una forma de sentirse parte de una realidad mucho más amplia, más allá de su propio país. La experiencia cubana será también importante en su evolución como músico y como persona. No debe olvidarse. En Cuba grabó su disco “Trópicos”.

En 1978 fue uno de los entrevistados en el libro “Me queda la palabra”, de Ramón Trecet y Xavier Moreno. Todo lo que dice ahí tiene interés, más allá del contexto. “En sus posturas políticas —apuntaban Trecet y Moreno— no hay espacio para la demagogia fácil y no recuerda que es un exiliado si no se lo haces ver”. Benedetti le llamó defensor de la alegría, citando uno de sus poemas. Hermoso que alguien te asocie a la alegría, sentimiento universal contra amarguras, destierros, infamias y mordazas. Gloria eterna al cantor.


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